Tesla aprobó el paquete de compensación más grande de la historia corporativa en el mismo mes en que sus ventas caían por segundo año consecutivo. Los accionistas le prometieron a Musk hasta US$ 1 billón (millón de millones) por alcanzar metas que, a primera vista, parecen ilusorias.
El contrato le concede diez años para multiplicar casi seis veces la valoración de Tesla, alcanzando una capitalización bursátil de US$ 8,5 billones. Para lograrlo, deberá crear una flota de un millón de robotaxis operando comercialmente y fabricar y vender un millón de robots humanoides que, por ahora, son solo prototipos.
Sin embargo, esta historia admite otra lectura. Una hipótesis plausible es que los accionistas intentan recuperar la atención de Musk. Dedicó el año 2024 a hacer campaña por Donald Trump, lideró informalmente la iniciativa DOGE como asesor especial del Presidente —creada para desmantelar el Estado federal—, y transformó X (ex-Twitter) en su arma política personal. Mientras rediseñaba el gobierno estadounidense y difundía teorías conspirativas, las ventas de Tesla se desplomaron. Los compradores naturales de vehículos eléctricos, votantes demócratas sensibles a los temas medioambientales, dejaron de considerar la marca.
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